Alergia en invierno: las cupresáceas tienen la culpa

“Hace 25 años se creía que sólo el 2 por ciento de la población tenía alergia al polen de las cupresáceas. Hoy en día, casi un 40 por ciento de los alérgicos a pólenes lo son a este tipo de plantas –ocupando el tercer puesto de la lista, tras las gramíneas y el olivo-”, repasa Ángel Moral, presidente de Comité de Aerobiología de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología Clínica (Seaic). En realidad, no es que haya aumentado el número de alérgicos (que también), sino que este incremento porcentual se debe principalmente a dos motivos. “Por un lado, se pensaba que las cupresáceas no daban problemas de alergia porque, al polinizar en invierno, se confundían los casos con catarros. Por otro lado, en las pruebas de alergia no se detectaban bien. Después mejoró la técnica”, señala el experto.

La familia de las plantas cupresáceas, que incluye a las arizónicas, es una de las más antiguas sobre la Tierra. Un ejemplo son los setos de jardín plantados en urbanizaciones, viviendas unifamiliares, colegios, y parques, y otro, los cipreses. “Cada vez se están plantando en una cantidad mayor porque crecen muy rápido y dan mucha sombra. Además, su hoja perenne permite que actúe como un muro”, dice Moral. Ésta es otra razón del incremento en la prevalencia de la alergia al polen en invierno.

¿En qué mes comienzan a ‘dar la lata’?

La polinización de las cupresáceas viene determinada por factores de temperatura. No influye el nivel de lluvias, o pluviosidad, como sucede con las gramíneas (cuya polinización se da en primavera, actuando como alérgenos en esa estación del año)”, indica Francisco Feo, miembro del Comité de Aerobiología de la Seaic.

“Desde que el cambio climático está haciendo de las suyas, la polinización de las cupresáceas se estaba activando a mitad de enero, e incluso antes, ya en el mes de diciembre”, explica Feo. Sin embargo, “esta temporada, debido a las bajas temperaturas que estamos teniendo en toda España, la polinización de las cupresáceas ha comenzado más tarde porque las plantas se han aletargado por el frío. Lo lógico es que si se retrasa el inicio también se retrase la desaparición, puesto que el ciclo vital de las plantas suele ser de tres o cuatro meses”, dice Moral.

Como se ha dicho anteriormente, la temperatura es la que determina que las cupresáceas empiecen a afectar en un momento u otro del invierno a los alérgicos a este polen. “Como alergólogos, estos días de enero nos ha llamado la atención que prácticamente no hayan acudido pacientes con alergia a las consultas. Ahora empezarán a llegar mostrando síntomas alérgicos”, cuenta Moral.

La razón es que todavía sólo se ha llegado al 10 por ciento de granos de polen por metro cúbico de aire de esta especie que suele alcanzarse en esta época del año. "En el caso de las cupresáceas, se considera un nivel alto los 135 granos. Solamente han superado esta cifra en Barcelona, con 220 granos; Jaén, con 170; y Lérida, con 150".

La contaminación también tiene algo que ver en el efecto del polen sobre los alérgicos. “El polen recolectado en las ciudades con mayor nivel de contaminación es más agresivo que el recogido en ciudades menos contaminadas. Hemos comprobado nuestra hipótesis a través de un estudio realizado por el Hospital de Ciudad Real y financiado por el Instituto de Salud Carlos III, en Madrid”, adelanta Feo.

Y es que el cambio climático tiene tres consecuencias directas sobre la alergia: un aumento de la producción de polen, ya que las plantas crecen más como consecuencia del incremento de la temperatura y del dióxido de carbono (CO2); un mayor tiempo de exposición para los pacientes alérgicos debido a que los meses de polinización se alargan (la floración de las especies vegetales comienza antes y acaba más tarde, en comparación con épocas anteriores al cambio climático); y, por último, los pólenes se vuelven más agresivos por el estrés oxidativo que provocan los contaminantes a las plantas. Por todo esto, se espera que en 2030 casi el 50 por ciento de la población tenga alguna enfermedad alérgica. Así lo explican los miembros de la Seaic.

¿Cómo distinguir la alergia del catarro?

En los pacientes alérgicos, los pólenes de las cupresáceas o arizónicas provocan picor leve de nariz y estornudos escasos, así como una gran obstrucción o bloqueo nasal. Esto hace que se confundan los síntomas con los de un resfriado común. Para distinguir una enfermedad de otra, Feo precisa las características de cada una:

“La duración máxima de un catarro es una semana, y suele acompañarse de fiebre, malestar general y dolor de garganta. Sin embargo, la alergia dura varias semanas, pero el malestar depende de la cantidad de granos de polen por metro cúbico que circulen en el aire cada día. Los alérgicos tienen una secreción nasal más líquida y abundante, estornudos, lagrimeo, picor y enrojecimiento de ojos. Si además tiene asma, tendrá tos seca y pitidos en el pecho y dificultad para respirar”, recuerda Feo.

En cuanto al tratamiento, para la alergia al polen están disponibles los antihistamínicos y, en los casos más persistentes, tratamiento tópico local con corticoides. Mientras que para el resfriado, la terapia para aliviar los síntomas se basa en paracetamol y mucolíticos.

Recomendaciones para alérgicos a cupresáceas

Moral aconseja seguir estas pautas en caso de ser alérgico a cupresáceas:

  • Evitar salir a hacer ejercicio físico al aire libre los días de mucho viento, principalmente en zonas con cipreses y en urbanizaciones o canchas deportivas por la cantidad de setos que suelen tener.
  • Hacer uso de mascarillas, que impiden que el polen entre en sus vías respiratorias. Se recomiendan porque se ha visto que son muy efectivas.
  • Utilizar los medicamentos que les hayan recomendado sus especialistas.


ESTE ARTICULO ES REPRODUCCION DEL PUBLICADO POR Ana Callejo Mora EL Viernes, 02 de Febrero de 2018 EN LA PAGINA WEB https://cuidateplus.marca.com/bienestar/2018/02/02...


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